El día que supe que nunca dejaría de bailar, fue el día que descubrí que mi forma de ser  y mi forma de bailar Danza del Vientre tienen mucho que ver y se retroalimentan. Desde que comencé a recibir clases de Danza del Vientre en Alicante, hasta que empecé a impartir, y hasta hoy, mi forma de bailar y mi personalidad han ido desarrollándose y transformándose a la par.

En nuestro cuerpo se encuentra registrado todo lo que hemos vivido. Con cada movimiento expresamos nuestro ser. Por lo general, los movimientos que realizan la mayoría de las personas están limitados a las actividades cotidianas que llevan a cabo. Cuando comenzamos a iniciar nuevos movimientos, éstos pueden llegar a resultarnos muy complicados. Muchas veces la complicación no es tanto física como psicológica. La vergüenza y la sensación de incapacidad suelen aparecer con frecuencia, yo misma lo experimenté cuando empecé a bailar Danza Oriental.

Cuando comenzamos a movilizar el cuerpo, movilizamos patrones de comportamiento. Esto he podido experimentarlo con claridad en las sesiones de Reajuste Vital. Movilizar y liberar patrones físicos tiene una repercusión directa sobre el ser humano a nivel emocional y energético. Por eso yo siempre digo que una persona baila igual que vive. Porque la danza no es más que una proyección más allá de sí misma de la persona que baila. Una representación de sí misma en un momento vital concreto, que quizás nunca más se vuelva a repetir.

Si cuando danzamos, habitamos nuestro cuerpo con conciencia, quizás podamos descubrir esos patrones. Podemos sentir qué partes del cuerpo nos cuesta más activar. Qué tipo de movimientos son los que más nos cuestan. ¿Dónde está escondido el miedo?¿Hay soberbia o incluso agresividad? ¿Qué emociones surgen cuándo bailo?

Entrégate a la danza y obsérvate. Con curiosidad, con amor, sin juicio, como quien desenvuelve un regalo, como quien desvela un misterio.

 

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